Para hacer esta tarta hay ser un poco previsor y comenzar la noche anterior ya que la masa que sirve de base debe estar fría para que nos quede con textura hojaldrada.
Antes de nada metemos un vaso de agua al congelador y comenzamos colocando 250 g de harina en un cuenco y mezclaremos con 125 g de mantequilla recién sacada de la nevera. Para que la tarea sea mas fácil, rallaremos la mantequilla con un rallador grueso y la mezclaremos usando las manos con la harina. Como la textura que conseguimos es arenosa la mezclamos con seis cucharadas de agua (de la que teníamos en el congelador) y así se parece más a una masa. Envolvemos la masa en celofán y la metemos en la nevera para que repose ocho horas. Podemos aprovechar este tiempo para irnos a dormir.
Encendemos el horno a 180 ºC y vamos pelando cuatro manzanas de la variedad reineta, las laminamos y en un bol las mezclamos con medio vaso de azúcar, lo dejamos reposar y vamos preparando la masa que sacamos de la nevera.
Lo primero enharinamos 2/3 de la masa y la extendemos con un rodillo sobre un papel de horno. Una vez que la masa está extendida la colocamos con el papel en un molde de tartas desmontable. La masa debe cubrir las paredes para hacer el borde de la tarta.
En la base que hemos preparado colocamos las láminas de manzana y por último hacemos el enrejado que pintaremos con huevo batido antes de meterlo una hora sobre la rejilla del horno colocada en el centro.
